lunes, 24 de diciembre de 2012

Comenzamos

Que todos los niños y todas las niñas –o todas las niñas y todos los niños– estén muy atentos y atentas –o atentas y atentos… Hablar así sería muy complicado. Es por eso que todos los sistemas de comunicación se apegan al principio de economía: el emisor trata de enviar la mayor cantidad de información con la menor cantidad de recursos. Un resultado de este principio es el genérico o hiperónimo. Por motivos históricos, no totalmente inocentes, en la mayoría de las lenguas, y es el caso del español, el género no marcado es el masculino y es el que se usa como genérico, aunque también existen genéricos en femenino como gallina. La lengua no es sexista, es genérica. Las funciones del género gramatical son sintácticas y semánticas y, entre éstas últimas, la indicación del sexo del referente es una más. Las palabras que nombran entidades inanimadas tienen género, pero, como todos sabemos, las cosas no tienen sexo: la mesa, el papel, el farol (Y a veces la misma cosa tiene dos géneros: el muro, la barda). Además de las palabras de doble terminación niño/a, existen palabras con género femenino que nombran entidades animadas sin señalar el sexo: la víctima, la persona, la criatura, la jirafa; igualmente las hay de género masculino y sin marca de sexo: el pueblo, el reo, el personaje. Hay otro grupo de palabras que no tienen flexión de género y que aceptan la marca de género en el artículo: el/la periodista, el/la testigo. No tiene ningún sentido hablar como el Fox chiquillo presidente, pues terminaríamos haciéndonos bolas con los periodistos y las periodistas, los jirafos y las jirafas y los personajes y las personajas.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Además hay que considerar que debido a la diversidad sexual cada grupo podría alegar discriminación, así tendríamos que usar, por ejemplo: ellos, ellas, elles, ellis, ellus y.. ¡Ya no nos alcanzan las vocales!

    ResponderEliminar