miércoles, 20 de agosto de 2014

Ninguna mano machista meció la cuna del genérico masculino

La lengua no es sexista, el sexista es el hablante. Si bien es cierto que palabras como "zorro" tienen una franca acepción sexista en su forma femenina, el problema no es de la lengua, sino del hablante; es decir, el sistema no decide la connotación sexista de la palabra, sino quien la usa.
No cabe duda de que la lucha por los derechos de la mujer -así como otras luchas por los derechos humanos- es una lucha que debemos librar, pero no es al sistema lingüístico al que debemos atacar.
Los sistemas lingüísticos tienen reglas internas que no son decididas por los hombres; son fenómenos del tercer tipo. Los fenómenos del primer tipo son los fenómenos naturales; los del segundo, son fenómenos causados por el hombre con la intención de provocarlos, y los terceros, son fenómenos causados por el hombre, pero sin la intención de provocarlos. Es decir, el hombre comenzó a hablar con la intención de comunicarse, pero nunca tuvo la intención de crear un sistema lingüístico.
Así pues, los bichos lingüísticos comenzaron a crecer y transformarse, incluso a reproducirse. Es el caso del latín que produjo las lenguas romances, entre las cuales está el español. Estas lenguas evolucionaron a partir del latín que se hablaba en las calles y no en los monasterios; es decir, brotaron del latín vulgar, del latín del pueblo.
Hartos fenómenos fonológicos empezaron a hacer de las suyas en el latín vulgar, llegando al grado de unificar todos los casos que tenían los sustantivos en el latín culto. ¿Se han fijado como en algunos dialectos del español, por ejemplo, el veracruzano, el cubano, el puertorriqueño, la -s del plural tiende a desaparecer y dicen ellos muy alegremente: "la' cosa''"? (La ' es una pequeña aspiración que todavía hacen). Pues lo mismo sucedió en en latín.
El latín tenía cinco clases de sustantivos que terminaban en cada una de las vocales; había, pues, sustantivos que terminaban en -o, -a, -i, -u, -e. Pero además, cada clase tenía seis casos y dos números. Nos cuesta mucho entender el asunto de los casos de sustantivos, pero equiparémoslos con los verbos. Si yo digo "corro", la -o indica que soy yo quien corre y que lo estoy haciendo en este momento; mientras que si digo "corrió", -io indica que es una tercera persona quien corrió y que lo hizo antes de hoy. Lo mismo era en latín con los sustantivos; había una terminación para indicar que el sustantivo era sujeto, otra para señalar que era objeto directo, otra para el indirecto, una para el vocativo, otra para indicar la circunstancia y una para posesión. (Debo aclarar que esta es una clasificación muy simplificada que uso nada más para ejemplificar.)
Entonces, tenemos que en latín los sustantivos estaban clasificados en cinco categorías y en cada una de ellas había 6 casos y dos números, puesto que cada caso tenía su correspondiente plural.
Y para complicar el asunto, en latín había tres géneros: masculino, femenino y neutro.
Como ya dije, los fenómenos fonológicos ‑que nadie decidió que existieran, pero que siguen existiendo‑ provocaron la pérdida de los casos del latín; es decir, al igual que la "s" del plural se pierde en ideolectos del español, en latín se perdió la -m, la ā  y la ă se fusionaron, así como la ī y la ē, etc. Para acabarla de amolar, las terminaciones de los sustantivos que terminaban en cada una de las vocales se redujeron a tres: -a, -e, -o
El resultado fue que se perdieron los casos del sustantivo y nada más quedó el número: quedaron sustantivos con singular y plural y ¡género!
Les tengo que comunicar que el género neutro también fue avasallado por estos cambios fonológicos y morfológicos; es decir, son cambios formales y, les aseguro, que ningún macho los decidió.
Entonces, ¿dónde quedaron los sustantivo neutros en el sistema que se estaba conformando? Pues hicieron lo que pudieron. Dependiendo de qué clase eran y cuál era su terminación se fueron formando los sustantivos masculinos y femeninos; así de los neutros PRATUM y VINUM se formaron prado y vino, y  de OPUS->OPERA, obra.
El resultado de este proceso que, por cierto, duró cinco siglos es que se formaron más sustantivo masculinos que femeninos. Por lo tanto, como cualquier oposición en el sistema, el elemento más productivo es el no marcado, es el genérico. Sucede lo mismo con la oposición singular-plural; el elemento no marcado es el singular porque es el más productivo, y en las terminaciones verbales el genérico es -ar por la misma razón.
Les puedo asegurar que ninguna mente machista, ni siquiera Alfonso El Sabio, decidió que el género no marcado fuera el masculino.
Cuando los hablantes de español, a través de un largo proceso, cambien el genérico a femenino o a neutro, pues así será; pero, mientras tanto, no confundamos la política con el sistema de la lengua y dejemos que los fenómenos del tercer tipo sucedan.

Fuentes:
Arias Navarro, Javier. Género y arrobas http://biblioweb.sindominio.net/escepticos/generoyarrobas.html
García Pérez, Francisco. A vueltas con el "sexismo lingüístico"  http://www.farodevigo.es/opinion/2012/03/14/vueltas-sexismo-linguistico/632293.html

Quesada, Juan Diego. Lengua(je) y género: Entre lo sensato y lo ridículo. Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. Costa Rica XXXVI (1): 215-229, 2012 / ISSN:0378-0473